Cada vez existen más indicios que apuntan a que los pacientes con
VIH tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular (ECV).
El Estudio para Entender la Historia Natural del VIH/SIDA en la Era de
la Terapia Eficaz (Estudio SUN) es un ensayo prospectivo de cohorte que cuenta con pacientes inscritos en siete ciudades de EE UU. Los
investigadores realizaron análisis cardiacos por ultrasonidos a 643
pacientes con VIH para establecer los factores que influyen en los
trastornos cardiacos asintomáticos.
Se realizaron ecocardiogramas para comprobar la presencia de
disfunción sistólica ventricular izquierda, disfunción diastólica,
hipertensión pulmonar, hipertrofia ventricular izquierda y dilatación
atrial izquierda. Todas estas anomalías pueden darse sin mostrar
síntomas, pero son indicadoras de enfermedad cardiaca.
La mayoría de los pacientes (77%) eran hombres, el 61% era de etnia
blanca y la media de edad fue de 41 años. La media de tiempo desde el
diagnóstico de VIH fue de seis años y el 19% de los pacientes había
sido diagnosticado previamente de alguna infección oportunista. Un
número significativo de pacientes presentó factores de riesgo de sufrir
enfermedad cardiaca, siendo fumadores el 44% de ellos y teniendo una
alta presión sanguínea el 11%. Los niveles de uso de drogas recreativas
fueron altos: la cuarta parte de los pacientes consumía cánnabis, el
17% inhalaba poppers y el 10% tomaba cocaína. Todos los pacientes tenían un recuento de células CD4 superior a 100 células/mm3.
Los ultrasonidos cardiacos evidenciaron que el 11% de los pacientes
presentaba una disfunción sistólica ventricular izquierda, el 25%,
disfunción diastólica, el 18%, hipertensión pulmonar, el 6%,
hipertrofia ventricular y el 40%, una dilatación atrial izquierda.
Algunos factores de riesgo de sufrir estos problemas de salud, como ser varón, en el caso de la disfunción sistólica (p=0,013), o tener una edad superior a 46 años, en el de la dilatación atrial izquierda (p=0,012), no eran modificables.
Además, hubo indicios que sugerían la existencia de un vínculo entre
la TARV y las anomalías cardiacas. El tratamiento con un inhibidor de
la proteasa potenciado con ritonavir supuso, asimismo, un factor de riesgo
significativo de sufrir hipertensión pulmonar (p=0,019), y la terapia
con zidovudina (AZT) se asoció de forma significativa con la
hipertrofia ventricular izquierda (p=0,03).
No obstante, el equipo de investigadores también halló factores de
riesgo modificables. Un elevado nivel de colesterol total estuvo
relacionado con la hipertensión pulmonar (p=0,04) y el sobrepeso
constituyó un factor de riesgo significativo de sufrir hipertrofia
ventricular izquierda (p<0,001).
El tabaco y el uso de drogas recreativas también constituyeron
factores de riesgo importantes. El hecho de fumar supuso un riesgo
significativo de disfunción sistólica (p=0,004), el empleo de poppers
en el mes anterior implicó un factor de riesgo de disfunción diastólica
(p=0,03) y el consumo de cánnabis en los seis meses previos lo fue de
hipertrofia ventricular izquierda (p<0,001) y de dilatación atrial
izquierda (p=0,006).
“Las anomalías tenues de la función cardiaca fueron prevalentes en esta cohorte de pacientes”, concluye el equipo de investigadores, que señala que
dichos trastornos no estuvieron relacionados únicamente con factores de
riesgo cardiaco tradicionales, sino también con “factores modificables,
como la utilización de drogas recreativas”.
Los expertos recomiendan: “Los cambios en el estilo de vida deberían
constituir una alta prioridad en el manejo de la infección crónica por
VIH.”