Muchas mujeres víctimas de maltrato y drogodependientes no pueden superar sus problemas al no ser tratados de forma conjunta, según una investigación sobre la intervención que se aplica a estas afectadas en los diferentes centros de atención, que abordan mayoritariamente sólo una de estasproblemáticas.
En la presentación del informe, realizado por la antropóloga Patricia Martínez para la Unión de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente (UNAD), intervinieron: la delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, y la directora del Instituto de la Mujer, Laura Seara.
El presidente de la UNAD, Luciano Poyato, planteó la necesidad de poner en marcha una intervención conjunta en relación con la drogodependencia y la violencia que sufren las mujeres.
El informe, que analiza centros de Madrid y Valencia de las redes de drogodependencias y atención ala violencia de género, expone que las mujeres drogodependientes presentan en muchos casos numerosos antecedentes de violencia en la familia y violaciones, pero «en general no acuden a los servicios de la red de atención a la violencia de género».
«Su problemática de malos tratos en el ámbito de la pareja, y otro tipo de violencias por razón de género, se queda sin trabajar y es un elemento que influye en el abandono del tratamiento», ha explicado Patricia Martínez. Respecto a las mujeres que acuden a la red de violencia de género y posteriormente es detectada su drogodependencia, «muchas son expulsadas por su dependencia».
Por ello, la UNAD, que agrupa a más de 250 ONG que desarrollan programas para personas con problemas de consumo de drogas, recomienda «la integración de las mujeres drogodependientes en otras redes de atención, sin que el hecho de la drogodependencia suponga un estigma para ellas y pueda trabajarse coordinadamente».
«Existe una carencia de formación en la red de atención en drogodependencias y la red de violencia de género», denunció la autora de la investigación, quien ha destacó que «si no hay programas específicos, estas situaciones no se detectan y por tanto no se habla de ello». Además, la antropóloga dijo que «los criterios de acceso a estos centros son diferentes y las personas que tienen ese doble problema no estará en ninguna de las dos redes».
La directora del Instituto de la Mujer apostó por mejorar los mecanismos de coordinación «entre los recursos que ya existen para atender a las mujeres desde los dos puntos». Y recordó que muchas mujeres maltratadas abusan de los tranquilizantes y de otras «drogas legales» para calmar la ansiedad y «eliminar el malestar y los miedos» que sufren en estas circunstancias. También destacó cómo la fuerte «dependencia a la pareja» ante este tipo de casos provocan en ocasiones el inicio en el consumo de drogas, como de heroína, inducidas por su compañero.
Por su parte, la delegada del Gobierno para el Plan Nacional Sobre Drogas indicó que las carencias descritas en la investigación «no son generalizables a todas las redes asistenciales» y apostó por seguir incorporando el género en las distintas políticas.
En el estudio participaron 62 profesionales: 47 mujeres y 15
varones, de la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana.
Las principales conclusiones del estudio fueron las siguientes:
-
Supone un error identificar
la violencia contra la mujer o violencia de género exclusivamente en el
ámbito de la pareja y establecer acciones dirigidas exclusivamente en ese
sentido dentro de las redes de drogodependencias.
- Las mujeres
drogodependientes presentan en muchos casos numerosos antecedentes de
violencia en la familia, violaciones, abusos, etc. Pero, en general, no
acuden a los servicios de la red de atención a la violencia de género. Se
quedan en la red de drogodependencias aunque haya posibilidades de
derivación/coordinación con la otra red.
- Su problemática de malos tratos
en el ámbito de la pareja, y otro tipo de violencias por razón de género,
se queda sin trabajar y/o es un elemento que influye en el abandono del
tratamiento, interacciona con el mantenimiento de la dependencia a la
sustancia, etc
- Existe una no identificación
de las situaciones de violencia hacia ellas, luego no identifican tampoco
la necesidad de intervención en esa materia. Tienen una alta
«tolerancia» a la violencia en sus relaciones, sin que esto
signifique responsabilizarlas en el hecho de estar siendo agredidas en un
sentido de «tolerar-permitir» el maltrato, sino que están
inmersas en relaciones violentas y las han integrado en su cotidiano, es
«lo normal». Muchas entienden que es normal que se les pegue si
se drogan (además «se entiende» que el compañero sentimental se
torne más agresivo cuando está bajo efectos de la sustancia)
- Las mujeres víctimas de
maltrato que acceden a la red de violencia de género y posteriormente es
detectada su drogodependencia (muchas veces consecuencia de la situación
de violencia sufrida), no acuden a las redes de atención a dicha
problemática, lo cual supone su expulsión de la red de atención a la
violencia de género.
Tras analizar los resultados de la investigación, UNAD recomienda la
integración de las mujeres drogodependientes en otras redes de atención sin que
el hecho de la drogodependencia suponga un estigma para ellas y pueda
trabajarse coordinadamente. Sin embargo, esto puede quedar un poco lejos de la
realidad asistencial actual, y resulte más fácil crear recursos y
programas specíficos dentro de la red de drogodependencias que incorporen
la perspectiva de género (en la investigación se han detectado varias
iniciativas en este sentido, aunque sigue sin estar integrado de forma general
en protocolos e itinerarios de atención). La cuestión es que si se crean
recursos específicos se consiga enfocarlo de forma que no sea un estigma más:
las mujeres “drogodependientes” y, además, “maltratadas”