07 enero 2010
Un preso de la cárcel de Picassent, Valencia, muere en su celda víctima de una sobredosis de heroína

Aunque era un preso solitario que pasaba desapercibido y sin causar
problemas, a J. J. R. J., de 35 años, se le veía especialmente aislado
en los últimos días


Sentado en un banco del patio de la cárcel de Picassent, J. J. tenía
mal color. Así se lo dijo un compañero, que lo animó a visitar el
médico esa tarde. Al recluso se le diagnosticó un cólico. No era nada
comparado a lo que iba a sucederle esa misma noche.

En su celda 134 del
módulo 24 de Preventivos, J. J. R. J. sacó una papelina de heroína.
Invitó a su compañero de celda, que aceptó el ofrecimiento. Él se
inyectó la mayor parte de la dosis con una jeringuilla. Después, ambos
se durmieron. Y a las 8.10 horas del domingo, en el primer recuento de
presos del día, el funcionario encargado vio a J. J. inmóvil en su
celda y dio aviso.

Los servicios médicos de la prisión constataron que
estaba muerto y el médico forense estableció en una primera observación
que había fallecido víctima de una sobredosis, según informaron varias fuentes de la cárcel de Picassent.

Una portavoz de
Instituciones Penitenciarias confirmó ayer la muerte del recluso, pero
subrayó que para determinar la causa del fallecimiento «habrá que
esperar los resultados del análisis toxicológico».

En el registro de
la celda se hallaron tres jeringuillas, procedentes del Programa de
Intercambio de Jeringuillas que lleva a cabo la Fundación Salud y
Comunidad desde 2004 con el objetivo de reducir los contagios de sida.

¿De
dónde salió la droga? Esa información se desconoce. Según explican
fuentes de la cárcel de Picassent, la forma más habitual de introducir
la droga en la celda es llevarla «empetada», en argot carcelario,
dentro del ano. Así logran salvar el cacheo de los funcionarios después
de haber obtenido la sustancia ilegal a través de los familiares en sus
visitas a la prisión, o bien en las salidas al exterior si tienen
derecho a permisos. Hay una tercera opción: en 2008, dos funcionarios
de Picassent fueron detenidos por tráfico de drogas en el interior de
la cárcel.

El preso fallecido era
un delincuente reincidente. Su último ingreso en prisión tuvo lugar en
abril de 2009 por un delito de robo con violencia.

Según informaron
fuentes cercanas al caso, el compañero de celda de J. J. R. J. admitió
haber consumido heroína invitado por el fallecido. También añadió que,
a las cuatro de la madrugada, al levantarse para ir al lavabo, vio a J.
J. profundamente dormido y roncando. Cuatro horas después lo
encontraron fallecido. Según el médico forense, la muerte se produjo
alrededor de las seis de la madrugada.

Picassent es el centro penitenciario más grande de España. El Ministerio de Interior reconoce que en
2008 se produjeron un total de 691 incidentes graves o muy graves en la
cárcel de Picassent. «Pero si se tuvieran en cuenta los de
trascendencia menor, sumarían más de 2.000 incidencias a lo largo de
ese año», denunció el portavoz del sindicato Acaip, Alberto Téllez.

La población reclusa se ha
duplicado en los últimos años «y soporta un 75% más de internos de los
que está capacitada para absorber. Sin embargo en 15 años, no ha
aumentado el número de funcionarios», explicó.