Un padre de familia que llegó a un colegio del sur de Medellín a
preguntarles a los profesores por las causas que originaron el profundo
sueño en el que quedó sumido su hijo adolescente, luego de la jornada
escolar, puso al descubierto el consumo de un inhalante llamado dic.
Las directivas acudieron al director del grupo para preguntarle si
había visto algo raro en el joven y el educador recordó que le llamó la
atención que, con un fuerte calor, el muchacho llevaba puesto un buzo y
no cesaba de oler una manga de la prenda.
Los profesores
investigaron y uno de los muchachos confesó que habían inhalado una
sustancia a la que ellos le daban el nombre de dic.
Los
docentes establecieron los riesgos que para la salud física y mental
producía este químico, se reunieron con los padres de familia y les
advirtieron sobre esta sustancia, cuyos efectos narcóticos estaban
empezando a explorar los adolescentes.
El coordinador de
disciplina agregó que según confesión de los consumidores, esta
sustancia les causa una fuerte borrachera de cinco minutos y luego
pasan los efectos y por eso constantemente huelen las mangas o el
cuello del buzo impregnadas con dic.
«Establecimos que cuando
los estudiantes consumen dic se vuelven necios y no dejan dictar clase,
y que a otros les da sueño», precisó.
La misma situación se
repitió hace 20 días en otro colegio del sur de Medellín, donde un
profesor sorprendió a cinco menores, entre los 14 y 15 años, inhalando
dic en el aula de clase.
El dic es el cloruro de metilo o
dicloruro de metano (dic). Es un derivado de los hidrocarburos
volátiles. Tiene uso industrial para fundir acrílico y en textileras
para sacar las manchas de tinta a las telas. También se utiliza para
sacarle la grasa a la maquinaria.
El toxicólogo de la
clínica Las Américas, Hugo Alberto Gallego Rojas, contó que hace dos
años tiene información del uso de la sustancia.
«El año
pasado en Bogotá los medios de comunicación alertaron que los
estudiantes estaban consumiendo cloruro de metilo, pero el dic es otra
sustancia similar, que se absorbe más rápido y así llega cuanto antes
al sistema nervioso central. El uso de estos inhalantes se deriva del
consumo de sacol, que empezó entre habitantes de la calle, pero
trascendió a bachilleres y a universitarios».
Sin embargo,
el perfil bajo que significa inhalar este pegante llevó a los jóvenes a
buscar otra droga que les produjera efectos similares y hallaron el
sustituto en los hidrocarburos industriales que, por el precio, los
prefieren al popper, que es consumido por estratos más altos, aclaró el
profesional.
Gallego alertó a la ciudadanía porque, como se
ha demostrado con el sacol, estas sustancias producen euforia y de ahí
su capacidad adictiva. Son peligrosas para la salud, dijo, porque
causan severos daños a los pulmones, vías respiratorias, hígado y
riñones. Tienen efectos similares a los del alcohol y por eso el sueño
profundo en el que sume al consumidor.
Un experto de la Fiscalía informó que este químico no tiene restricciones en el país.
«Es
un solvente hepatotóxico por la presencia de cloro, que tiene efectos
narcóticos y es un agente que origina cáncer hepático», enfatizó el
funcionario.
La trabajadora social Dora Marcela Lopera, de
la Línea Amiga Contra las Drogas, del Centro de Atención y
Rehabilitación Integral en Salud de Antioquia (Carisma) indicó que en
octubre de 2009 empezó a escuchar este término debido a llamadas de
madres que preguntaban de qué se trataba.
«No les pudimos dar explicaciones, pues aún no tenemos pruebas toxicológicas sobre el químico», agregó.
Añadió que lo poco que han podido averiguar es que los efectos
narcóticos duran poco tiempo y eso lo hace muy adictivo, ya que se
tiene la experiencia con el bazuco, que produce un corto momento de
euforia que hace al cuerpo exigir más dosis.
Autocontrol
En una agencia distribuidora de químicos con varios puntos de venta en
Medellín, un vendedor indicó que desde mediados de 2009 empezaron a
llegar a estos negocios adolescentes a comprar dic.
«No
sabíamos para qué lo adquirían, cuando antes solo lo hacían las
personas que trabajaban acrílicos. Hasta que estos jóvenes empezaron a
consumirlo frente al almacén. Entonces consultamos con el químico de la
empresa y nos explicó de qué se trataba y los riesgos para la salud.
Decidimos no vender más dic a los menores y elaboramos unos avisos que
pusimos en las entradas de nuestros establecimientos».
Sin
embargo, llegaban los padres a comprarlo, «y cuando les preguntamos
para qué lo adquirían nos dijeron que era para tareas de química de los
hijos o para limpiar computadores, cuando esto no sirve para eso,
porque derrite el acrílico; otros decidieron recurrir a habitantes de
la calle para que se los compren, porque para venderlo exigimos la
cédula», reiteró.
El químico profesional de una de estas
empresas anotó que se reunieron con otros distribuidores para
restringir la venta a menores porque, por ejemplo, a la sede que tienen
en el Centro estaban llegando muchachos de distintos barrios a
comprarlo.
El profesional se quejó de que pese a la campaña
que iniciaron, como en el caso del sacol, algunos ferreteros le venden
el dic a cualquiera.
El dic no es un ingrediente más del menú escolar.
Su consumo es un riesgo para la salud física y mental y, ante la falta
de restricciones legales, su único antídoto son el diálogo y la
sinceridad entre padres, profesores y jóvenes.
Puede causar daños neurológicos
Las
etiquetas de los químicos deben llevar dibujado el «diamante de fuego»,
que contiene la norma de la Asociación Nacional de Protección contra el
Fuego. Tiene los colores rojo (inflamable), azul (riesgo para la
salud), amarillo (radioactivo) y blanco (otros riesgos). El riesgo se
calcula en una escala de 0 a 4 y el dic es azul y lleva el número dos,
o sea que es una materia que puede causar daños en las vías
respiratorias y puede generar daños neurológicos y llevar a la muerte.
Por eso la restricción, en algunos negocios, para su venta a menores.