Según el jefe de la Sección de Toxicología del Hospital Clínico,
Santiago Nogué, «cada año se atienden en este centro hospitalario
cerca de 30 casos de mujeres supuestamente violadas después de haber
consumido, sin desearlo, sustancias somníferas que facilitan la
violación al agresor».

Nogué afirma que los violadores usan «benzodiazepinas
-antidepresivos que sólo se pueden conseguir con receta médica-, así
como éxtasis líquido y últimamente una sustancia vegetal llamada
burundanga, de uso farmacéutico y que se toma en forma de infusión».

Con frecuencia dichas sustancias son mezcladas con alcohol y
dejan a la víctima en un estado de «inconsciencia de dos o tres
horas que produce confusión y desorientación», explica el doctor.

Según el doctor Nogué, el 17,7% de las violaciones se produce
mediante estos métodos y «las víctimas acuden a urgencias porque se
despiertan en un lugar distinto al que recuerdan, se dan cuenta que
tienen una laguna mental y sospechan que pueden haber sido
violadas».

En estos casos, lo difícil es denunciar al agresor, «ya que la
violación se produce sin forzar a la víctima, debido al estado de
inconsciencia en que se encuentra y a su pérdida de memoria».

Las mismas fuentes aseguran que la mayoría de los casos se
produce en fiestas nocturnas, ya sea en locales públicos o en
domicilios privados, donde se realizan grandes ingestas de alcohol y
se mezclan diversas drogas.