El éxtasis (MDMA) continúa siendo la droga de diseño más
consumida en España. Sus efectos adversos acaban dañando no sólo el
cerebro, sino también el sistema inmunitario. Más de la mitad de las
personas la toman de forma habitual presentan algún diagnóstico
psiquiátrico, y muchos tienen problemas cognitivos, de aprendizaje y de
memoria. Además, son más susceptibles a contraer infecciones porque
tienen menos «defensas». Así lo indican los resultados de un estudio
del Instituto Municipal de Investigación Médica (IMIM-hospital del Mar)
de Barcelona, que durante tres años, entre 2001 y 2004, ha estado
siguiendo la evolución de un grupo de consumidores de esta sustancia.
En el estudio del IMIM han participado más de 100 jóvenes de entre
18 y 30 años. Una muestra con una media de 20 años, precisamente la
edad a la que los españoles se inician en el éxtasis, según
datos del Observatorio Español Sobre Drogas. El consumidor de esta
droga siempre la mezcla con otras sustancias, en el 90% de los casos cannabis. La metodología para discernir qué trastornos atribuir al éxtasis o a otras drogas no es fácil. Para ello, los investigadores han comparado tres grupos: 38 consumidores de éxtasis, aunque también de cannabis; 30 personas que sólo consumían hachís y 30 que no tomaban drogas. A todos se les realizaron controles al inicio del estudio, a los 6 meses, a los 12, 24 y 36.
Durante los tres años de seguimiento, el 50% de los consumidores de éxtasis
abandonaron sus estudios académicos o repitieron cursos. Entre los que
sólo fumaban hachís, el fracaso escolar fue bastante más bajo, un 30%.
«La diferencia se puede atribuir a las dificultades cognitivas que
produce esta droga sintética», explica el coordinador del estudio,
Rafael de la Torre. En el grupo de control, que no tomaba drogas, el
fracaso escolar fue de un 15%.
Los investigadores observaron cómo en los consumidores de éxtasis
iban apareciendo cambios en algunas habilidades cognitivas, como la
memoria de trabajo y la fluidez verbal. «La velocidad de procesamiento
de la información en el consumidor de éxtasis es
significativamente menor», explica Rafael de la Torre. «Tardan más en
reaccionar ante un estímulo y en reconocer palabras concretas. Les
cuesta más recordar, por ejemplo, una lista de nombres o cosas que han
visto», explica Magí Farré, investigador del proyecto. También «son muy
impulsivos, no se piensan las cosas y, por tanto, cometen errores»,
explica De la Torre. Estos déficits tienden a persistir en el tiempo en
aquellas personas con un mayor consumo.
Los jóvenes que
participaron en la investigación debían llevar ya un tiempo consumiendo
la sustancia, aunque no fuese en grandes cantidades. Al inicio del
estudio se pudo ver que la mitad ya había padecido o padecía alguna
psicopatología. Durante los tres años de seguimiento, aparecieron un
20% más de nuevos casos, trastornos de personalidad, brotes psicóticos
o depresión.
¿A qué atribuirlo? El éxtasis altera el ánimo
del consumidor porque bloquea los receptores de un neurotransmisor, la
serotonina, que regula el humor. Al haber más serotonina libre, se
produce una sensación de empatía y alegría. Pero la serotonina no sólo
regula el estado de ánimo, sino que también actúa en los procesos de
aprendizaje y memoria. «Si las dosis que se toman son altas durante
tiempo, las neuronas quedan alteradas, incluso se cree que pueden
quedar dañadas, aunque aún no se sabe si el daño es reversible y por
qué algunas personas sufren más los daños que otras», explica Farré.
El éxtasis
también altera el sistema inmunitario, según observaron los
investigadores. Incrementa la secreción de una hormona, el cortisol, lo
que hace que haya una menor producción de células fundamentales para el
funcionamiento correcto del sistema inmunitario, algo que también
ocurre cuando se está expuesto a una situación de estrés extrema. «Los
consumidores de éxtasis son más susceptibles a infecciones. Se resfrían más, siempre están griposos», explica De la Torre.
Durante los tres años del estudio hubo más cambios. «Muchos dejaron de tomar éxtasis
y pasaron a la cocaína», explica De la Torre. El IMIM investiga ahora
el porqué de que algunos individuos sufran más efectos adversos que
otros.