05 mayo 2010
Un tratamiento pionero para desintoxicar a jóvenes del cannabis

Escaso rendimiento escolar, pérdida de interés por actividades de ocio
o deportivas, abandono de los hábitos de higiene y constantes
conflictos con los padres. Son algunos de los comportamientos más
característicos en un joven que consume cannabis de forma asidua.


Los mareos, la risa tonta, los ojos rojos, taquicardias y problemas de
memoria son también señales físicas que, a menudo, hacen saltar las
alertas en las familias, que viven angustiadas una situación que,
sienten, se les escapa de las manos. Para ayudarles, un equipo de
psiquiatras y psicólogos del centro de tratamiento de toxicomanías de
Álava trabaja en un programa pionero que ayude a los menores a
desintoxicarse de esta droga.

Esta es una problemática que por lo general se obvia y oculta pero que
puede degenerar en consecuencias graves para los chavales. Hace unos
días, el propio se afirmó que el 45% de los escolares vascos
mayores de catorce años ha probado el hachís en alguna ocasión. Según
el Centro de Documentación y Estudios SIIS, un 10,4% de los chavales de
la comunidad autónoma de entre 15 y 19 años -lo que supone unos 100.000
jóvenes- lo consume de manera habitual.

Ante estos datos, los consejos y recomendaciones, aunque necesarios, se
quedan a menudo escasos. De ahí la puesta en marcha de este proyecto,
denominado ACRA, que surgió en la Universidad de Oviedo a través del
Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam) y
que se desarrolla a la vez en seis centros de Asturias, Galicia,
Cataluña y País Vasco -únicamente en Vitoria-. El equipo local formado
por el psiquiatra del centro, Víctor Puente, el doctor en
Psicología Juan Llorente y la psiquiatra Ainara Jiménez comenzaron su
puesta a punto en enero de 2009. Desde entonces, han desarrollado las
líneas generales de trabajo, que prevén concretar en breve.

70% de éxito

Estan esperando el visto bueno de la comisión de
bioética y ensayos clínicos, que confiamos recibir este mismo mes de
mayo, para dar el siguiente paso. Ese será la puesta
en marcha del tratamiento, que se aplicará por primera vez con una
docena de chavales cuyas edades oscilan entre los catorce y los
dieciocho años.

Para ello, cuentan ya con varias familias dispuestas a
participar en un programa destinado a lograr la abstinencia de sus
hijos. Pero no sólo del cannabis, sino de otras drogas con las que
también coquetean, como la cocaína, la ketamina o el consumo abusivo de
alcohol.

Un objetivo ambicioso en el que trabajarán a lo largo de
catorce sesiones de psicoterapia en las que, además de controles
periódicos de orina, se mantendrán reuniones con los adolescentes,
luego con sus progenitores y, posteriormente, con unos y otros a la
vez. En esos encuentros se abordarán diversos aspectos. Desde comprobar
las habilidades de comunicación de los menores hasta promover que
emprendan otras actividades distintas a las que hace con su grupo de
amigos consumidores o abordar cómo se llega a esa práctica novedosa,
comenta la psiquiatra. En cuanto a los adultos, los especialistas harán
hincapié en la importancia de no centrarse en las discusiones, la
resolución de problemas o la importancia de elogiar características de
los chavales.

Pese al entusiasmo por llevar a la práctica el novedoso
programa, el equipo de profesionales es consciente de que su reto es
complicado. En buena medida porque en esas edades, el nivel de
motivación para dejar la droga es muy bajo. Resulta difícil que se
impliquen porque no perciben que puede irse todo al garete.
Normalmente, hasta que no pasan unos tres años desde que se inicia el
consumo habitual no se dan cuenta, apunta Llorente.

También saben que los resultados en este campo no
siempre se logran al cien por cien. Aún así, la experiencia americana
con dicho tratamiento invita al optimismo. «Al probarse en América, se
obtuvo un 70% de abstinencia. Cualquier tratamiento de adicción no
supera el 60% y el 40% son recaídas», reconoce el psicólogo.

Una vez que concluya esta primera experiencia -sus
resultados se publicarán en revistas de investigación-, evaluarán la
posibilidad de abordar una segunda fase en la que los participantes
conozcan los efectos negativos de primera mano a través de otros
afectados.

Muchas veces, el mayor obstáculo al que se
enfrentan es la percepción de que el cannabis es una realidad social. Se ve menos problemático que otras sustancias. Hay una tendencia
generalizada a minimizarlo. Nadie lo quiere reconocer o afrontarlo,
pero hay que reflexionar acerca del porqué del incremento de su consumo
entre los adolescentes y valorar sus repercusiones.

En este punto, los especialistas recalcan que cuanto más
temprana es la edad de inicio, mayor es la dependencia. Hasta el
punto en que puede derivar en deficiencias de la memoria y
dificultades afectivas, potenciando la tristeza, la apatía o la
depresión, y generar problemas de salud mental, respiratorios y
motivacionales, recuerdan los expertos.